martes, 8 de diciembre de 2020

Bartleby, el escribiente.

"Soy un hombre de cierta edad. La actividad profesional que he ejercido durante las tres últimas décadas me ha aportado un profundo conocimiento de uno de los colectivos más interesantes y peculiares del paisaje urbano del que, a pesar de su excepcionalidad, nada se ha escrito hasta el momento: me estoy refiriendo al gremio de los amanuenses, también llamados copistas judiciales."
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Y hasta aquí puedo leer o, mejor dicho, quiero escribir. Y que, en cualquier caso, es hablar por hablar o, mejor dicho, escribir por escribir. Que yo, en realidad ni sé hablar ni escribir y tampoco soy amanuense. Ni me llamo Bartleby.
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Herman Melville nos ofrece en Bartleby, el escribiente una fábula de múltiples e inagotables lecturas prefigurando con una originalidad desbordante el existencialismo y la literatura del absurdo.
Esta novela está considerada por la crítica como una de las obras claves de la literatura universal, una narración tan profunda y humana que, una vez la hayamos leído, jamás podremos olvidar o, en cualquier caso, preferiremos no hacerlo.
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Y para terminar: Que seguro que no es el caso pero si, por casualidad, este mundo y la gente que lo puebla te parecieran estúpidos siempre te quedará hablar con los muertos. Y esto es y a mi modo de ver, la literatura.
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Y en otro orden de cosas...


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