lunes, 20 de julio de 2009

Algunas veces, veo hombres.

Decía Pepe Rubianes, que por cierto era un buen tipo, que él padecía tetofilia. Lo que sí que parece claro sin embargo, es que no fue este padecer lo que le llevó al otro lado de la charca.
Busco en mi abultado cajón, que no cojón, de filias y fobias y detecto que tengo el cromo. ¿O debiera decir deteto?
Os confesaré que desde hace ya cierto tiempo acudo a una psicoanalista virtual y, para elegirla, la condición imprescindible fue que no tuviera tetas, por el tema de separar los tratamientos. (Lo de que sea virtual es sencíllamente una cuestión de costes).
Me ha prescrito Maripili, que así se llama mi terapeuta (1), paseos habituales por la ciudad para reforzar un proceso madurativo pendiente, la aceptación de los miembros de mi especie.
Siempre recorro el mismo camino y al inicio sólo veo bultos. Poco a poco se van aclarando, lo que por otra parte puede parecer paradójico, las mujeres. Vaya por delante que no todos los seres humanos con dotación cromosómica XX son, para mi, mujeres.
De verlas y verlas algunas se repiten con los días, y con diferentes ropas y actitudes y, en ocasiones especiales sucede un suceso, muy raramente sucexo. Recojo con cariño la experiencia y la guardo en el álbum de los recuerdos no cuerdos para poderla revivir en los tiempos libres, que no ociosos.
Al cabo de un tiempo siento desasosiego, la femenina música se transforma en ruido, surge un olor pestilente y el espacio se llena otra vez de bultos molestos...
Y es que algunas veces... veo hombres.
(Y yo me digo, otros coleccionan sellos o patrimonio y nadie les dice nada y ni siquiera lo declaran).

(1) No confundir con teraputa, unidad de medida equivalente a un billón de zorras, que ya es decir.

Nota: Maripili me informa que dada le época estival en la que estamos va a disfrutar de un merecido periodo vacacional y lógicamente virtual y de veintiocho días, en las islas Caimán. ¿Será que a ella la ponen los lagartos?

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