viernes, 9 de octubre de 2009

Cuestión de punch.

Me llama Paco.
-¿Qué Paco?, pregunto.
- ¡Joder! Del colegio, el delegado en Cou.
- ¡Hostias, Paco!, ¿y cómo así?
- Pues ya ves.
Vale pues, veo, quedamos a cenar y queda claro que paga él, pues vale.
En la cena me cuenta que está más sólo que la una. Pienso que ya somos dos, pero no se lo cuento. Está divorciado, gana una pasta y tiene una niña preciosa, bonita como su puta madre, me aclara.
-¿Y tu qué tal?, pregunta.
- Voy tirando.
Me tira entonces de la lengua y en diez minutos le resumo mi vida.
- Te falta punch, me dice.
- ¿Punch?
- Sí, dejarte de hostias y liarte a dar hostias.
- A lo mejor es que no sé..., balbuceo.
- Pues empieza por dejarte de hostias. El dar hostias viene luego sólo.
- Puede ser, asiento un tanto superado.
Me invita a una fiesta en Las Rozas.
-Hay de todo, gente bien, buenas tías, me dice.
- No, no me apetece, contesto.
- ¿A ver si te va a faltar algo más que punch?, bromea mientras me palmea el hombro y busca entre sus múltiples tarjetas la adecuada al pago.
Algunas conclusiones saco de la charla: que Paco no está tan sólo y que efectivamente, no me pone especialmente, ni que me pongan la mano encima, ni dejarme de hostias, ni darlas sin suficiente razón.
Ni la palabra punch.

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