La señorita de la caja, de mi entidad bancaria habitual, lleva jugando conmigo meses. Nuestra relación se reduce a los minutos en los que procesa los ingresos y retiradas.
Ella, sentada delante de mi y a un nivel inferior, decide hasta que punto me enseña el escote mientras se va girando entre el teclado y la máquina de billetes. Le gustan los sujetadores negros y rojos igual que a mi y aunque no tiene mucho pecho, lo gestiona bien. Yo, juego a que no me interesa lo que más quiero.
Hoy me cuenta que por no sé que razones me va a regalar un paraguas. Sin compromiso, eso sí. Y yo me pregunto ¿para... qué?
Para enseñármelo, el paraguas de marras, ha tenido que levantarse de la silla y la he visto caminar de espaldas. No estaba nada mal y no me refiero al para aguas que era bastante horroroso. Quiero pensar que está cansada de nuestra monótona relación y el regalo es el paseo.
Ella, sentada delante de mi y a un nivel inferior, decide hasta que punto me enseña el escote mientras se va girando entre el teclado y la máquina de billetes. Le gustan los sujetadores negros y rojos igual que a mi y aunque no tiene mucho pecho, lo gestiona bien. Yo, juego a que no me interesa lo que más quiero.
Hoy me cuenta que por no sé que razones me va a regalar un paraguas. Sin compromiso, eso sí. Y yo me pregunto ¿para... qué?
Para enseñármelo, el paraguas de marras, ha tenido que levantarse de la silla y la he visto caminar de espaldas. No estaba nada mal y no me refiero al para aguas que era bastante horroroso. Quiero pensar que está cansada de nuestra monótona relación y el regalo es el paseo.
A este paso me acabo informando sobre planes de pensiones que hasta ahora me habían tocado...
Muy de lejos.
Muy de lejos.
Comparto tu pasión por los paraguas.
ResponderEliminarMira que sois simples los de la sección masculina.
ResponderEliminarMás sencillos que el mecanismo de un paraguas.