domingo, 12 de abril de 2020

Del cabrón del maestro.

Pues el caso es que, en cuanto escampe un poco, nos dedicaremos un ratillo a enterrar a los muertos. (Y lo de enterrar a los muertos es un decir porque mira que vamos a gastar carbón, que no cabrón, de la barbacoa).
Tras esto llegarán las miserables y jugosas herencias y daremos gracias a Dios por el magnífico y a la vez exiguo Impuesto de Sucesiones (Que para eso semos liberales).
Y llegados aquí nos tiraremos los trastos a la cabeza y después de un cierto tiempo llegaremos a la misma puta conclusión de siempre, a saber: que la culpa fue, del maestro armero.
(O del cha, cha, cha).
Por cierto. Tras esto yo creo que nos "podremos", entre otras, ahorrar la ley de la Eutanasia. Porque a los pocos yayos pobres que queden no creo que les queden ganas de palmarla y a los pocos yayos ricos que les ponga el tema yo, también creo, que preferirán implementarlo en Suiza en donde, según me dicen, se vive y se muere mejor.

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