domingo, 26 de julio de 2009

Milana bonita.

De siempre me cayeron mejor las putas que los hijos de puta, ¿por qué será?
Ayer, en mi paseo posterior a la misa de ocho, me cruzo con una preciosa mujer, una morenita de labios de porcelana.
Se me acerca, me coge la mano y me pregunta:
- ¿Quieres follar?
Estuve tentado de contestarle aquello de que creía que no me lo iba a pedir nunca, pero sólo pude balbucear:
- ¿Cuánto por follarnos, un café?
Cerramos el trato por diez leurillos y la cama (los cafés) y entramos en una cafetería.
Durante la conversación no pude quitarme de la cabeza que podría haber sido mi hija, mi morena niña perdida, mi particular Marinita, el regalo que los dioses no tuvieron a bien conceder.
A la salida y después de abonar los dos servicios, me debió ver mala cara y me preguntó:
- ¿Pero de verdad no quieres follar, es que no te gusto?
- Sin duda más que mi vida, le dije. Lo que pasa es que cada vez me sienta peor el café.

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