El otro día llego a casa, se me acerca Marina un tanto rara y me dice:
- ¿Cuánto tiempo tenemos que continuar engañándonos hasta que uno de los dos se cabree?
- Yo por lo menos no te engaño, le contesto. Simplemente, no te digo la verdad.
- Y, ¿cómo sé que esto que me dices ahora es cierto?, me pregunta no sin cierta malicia.
- ¡Joder, pues porque ya te he dicho que nunca te engaño! Cosa distinta es que tú, que eres muy tuya, te lo creas o no te lo creas.
Pues como que se quedó más a gustito. Si todo es hablar las cosas.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario